LOS TEMPLARIOS Y LA
INDEPENDENCIA DE ESCOCIA
La
progresiva pérdida de su rol militar durante las Cruzadas provocó el
debilitamiento y la desaparición de la mayoría de las Ordenes de Caballería
medievales. Sin embargo, algunas de ellas participaron en importantes hechos
históricos que, como un postrero canto del cisne, perpetuaron su influencia a
través de los siglos. La constitución de la Prusia antigua y los Caballeros
Teutónicos, la gran expansión marítima de Portugal por medio de la Orden de los
Caballeros de Cristo, continuadores explícitos de los Templarios, con Enrique
el Navegante y Vasco da Gama como miembros e impulsores y el decisivo rol de
los Templarios fugitivos en la independencia de Escocia son algunos claros
ejemplos.
Entre los múltiples y poco conocidos lazos que unen a la ya entonces disuelta Orden del Templo con la constitución del reino independiente de Escocia, en el siglo XIV, figura en primer lugar el crucial papel de refugiados templarios en la batalla de Bannock-Burn, el 24 de Junio de 1314, en apoyo al rey Robert I Bruce, líder de los escoceses y luego conocido como “Brave Heart” (el Corazón Valiente de la película...)
Básicamente, la precaria situación de Escocia era la siguiente:
Seis meses después de la ejecución por descuartizamiento de William Wallace, el 11 de febrero de 1306, Robert the Bruce apuñala y mata a John Comyn, su rival por el trono de Escocia, ante el altar de la iglesia de los Monjes Grises de Dumfries. Luego, se hace coronar como rey el 25 de marzo del mismo año. Eduardo I, rey de Inglaterra, desencadena rápidamente la leva de su ejército del Norte. Una vanguardia inglesa enfrenta al ejército de Bruce y lo pone en fuga. Con su cabeza puesta a precio, Robert the Bruce vive como un fugitivo. Más interesados por el cebo de las ganancias y los privilegios que por los destinos de su país, los barones escoceses son más un peligro que una ayuda para el proscripto caudillo. Marginado, se convierte, como antes William Wallace, en el héroe de una Escocia que lucha por liberarse de la tutela inglesa. El 6 de Julio de 1307 muere Eduardo I estando aún en expedición contra Escocia. En su lecho de muerte, hace prometer a su hijo que concluirá la campaña y de hacer que siempre su ataúd encabece sus tropas para que los escoceses vieran quien era finalmente el vencedor.
Pero Eduardo II no era del mismo metal que su padre... Se aferra al pretexto de los funerales de su padre para retornar a Londres. Se podría pensar que, si él hubiera concluido la campaña de su padre, hubiera podido, entonces, capturar fácilmente a Bruce acorralándolo. Igualmente, su situación permaneció precaria pues la mayoría de los castillos de Escocia están en manos de los ingleses. Bruce desencadena una guerra de guerrillas y poco a poco retoma la posesión de sus tierras. En 1310, Eduardo II lanza una expedición punitiva pero, víctima de la política de tierra arrasada practicada por Bruce, debe replegarse a Berwick. Entonces, Eduardo II debe recomenzar la campaña pero sus oficiales no ven en su persona a un jefe guerrero entrenado y se rehúsan a seguirlo. Así, Robert the Bruce toma confianza y lanza ataques cada vez más audaces y en 1313 llega a controlar Stirling. El enfrentamiento es inevitable. Eduardo II reúne un gran ejército: entre dos y tres mil caballeros, veinte mil arqueros y guerreros y una gran masa de paisanos a pie. El 23 de junio de 1314, las tropas de Eduardo II arriban a la región de Stirling sin encontrar resistencia alguna hasta el límite de Bannock-Burn. Por su lado, Robert the Bruce reúne cinco mil guerreros entrenados más una tropa heterogénea que apenas alcanzaba a un cuarto de los efectivos ingleses. La fuerza del ejército escocés era una masa escuadrada de portapicas (denominados técnicamente “schiltrons”) entrenados para permanecer en perfecta cohesión y a no obedecer más que a las órdenes de sus jefes. Bruce despliega su ejército en tres partes de dos “schiltrons” cada una. El barón Douglas comanda el ala izquierda, Randolf el centro y Edward Bruce, su hermano, la derecha. Un pequeño contingente de caballería, bajo las órdenes de sir Keith, está situado en la retaguardia y a la derecha del dispositivo general. La reserva, escondida a los ojos de los adversarios, es comandada por el propio Robert. Anticipando una carga de caballería pesada sobre el ala izquierda, Robert the Bruce ordena preparar, delante de esta posición, trampas, fosos y picas clavadas en tierra para detenerla. El caudillo no se equivoca. Una vez más los jóvenes caballeros ingleses cargan contra las líneas enemigas en pos de la gloria y el honor. En el curso de esta carga, el conde Humphrey of Bohum encuentra a Robert the Bruce en plena inspección de las primeras líneas y lo reta a duelo singular. El combate torna a favor de los escoceses que logran partir en dos a las tropas enemigas y retomar entonces su lugar en la reserva. En el mismo momento, Clifford y de Beaumont, a la cabeza de setecientos caballeros, atacan el flanco escocés que debe replegarse. De este modo, este contingente queda colocado entre el castillo de Stirling y Bruce. Consciente que no puede reducir la brecha, Bruce prefiere abandonarla, dejarse encerrar y hasta eventualmente ser aniquilado. Por su parte, antes que replegarse, Clifford decide continuar su carga hasta que finalmente es muerto y sus tropas dispersadas. Cae la noche, las operaciones se detienen y cada uno acampa en sus propias posiciones. Robert the Bruce decide jugarse el todo por el todo y aceptar otra jornada de combate. En la mañana del 24 de junio, día de San Juan Bautista, solsticio de verano en el hemisferio norte y tres meses después que Jacques de Molay, último Gran Maestre del Temple, muriera en la hoguera, el rey Eduardo II demanda al conde de Gloucester de llevar adelante una carga general. La flor y nata de la caballería inglesa muere por empalamiento en las picas escocesas. Los arqueros al servicio de Eduardo II, desde la retaguardia inglesa, tratan de tirar por encima de sus propias tropas. Mal ajustado, el tiro cae antes de los “schiltrons” o, peor aún, sobre las primeras líneas inglesas! Bruce hace avanzar sus unidades regularmente obligando a los ingleses a retroceder. Los arqueros no tienen tiempo de recargar y son aplastados por una carga de la caballería escocesa. Finalmente, Robert the Bruce mueve la reserva que logra la derrota del ejército inglés. Eduardo II huye y no se detiene hasta llegar al abrigo de los terraplenes del castillo de Dunbarr. El conde de Gloucester, doscientos caballeros y miles de soldados ingleses mueren en la batalla de Bannock-Burn, decisiva para la independencia de Escocia. El conde Angus of Heresford y setenta caballeros son capturados: la victoria es total y asegura más de cuatro siglos de independencia escocesa. Este triunfo, además, significó un mayor encumbramiento para los clanes que mayor participación tuvieron en dicha decisiva batalla. El rey Robert I tuvo especial predilección para los clanes Saint-Clair (Sinclair), Douglas, Sethon, Fraser y otros. Curiosamente, esos clanes eran los que mayor cantidad de miembros habían aportado a la Orden del Temple durante su existencia.
Sin embargo, pocos relatos de testigos contemporáneos han sobrevivido públicamente hasta nuestros días. Existen claros indicios que, en poder de los sucesores de los clanes antedichos, se encuentran archivos y documentos reservados de dichas familias que son reacias a darlos a conocer en su totalidad. Existen también algunas organizaciones privadas, sumamente discretas, que conservan archivos y objetos históricos de la Escocia medieval, tales como la denominada Stella Templum Scotia.
Uno de los pocos relatos de la época antes aludido es el denominado Deo et Sancto Hospitali de Jerusalem et fratribus ejusdem Militiae Templi Salomonis del rey James IV dictado en 1488 por el cual se otorgaban tierras a los Caballeros Hospitalarios y a los Templarios quienes, según se desprende del texto, continuaron existiendo discretamente bajo el manto de los Hospitalarios mucho tiempo después de su disolución. El historiador escocés Andrew Sinclair, descendiente directo y miembro actual del clan Sinclair y con acceso directo a los archivos antes mencionados, describe cual fue el rol de una tropa de la caballería templaria que sorpresivamente irrumpió en la batalla de Bannock-burn inclinando la balanza a favor de los escoceses (1): “La batalla tuvo lugar cerca del castillo de Stirling , el día de San Juan de Junio, una fecha cargada de significado para las órdenes militares. El ejército de Bruce se encontraba en minoría numérica de tres a uno por lo menos: eran seis mil hombres contra veinte mil. Le faltaban, sobre todo, guerreros a caballo. Había unos tres mil en el ejército inglés mientras que los escoceses sólo habían podido reunir quinientos jinetes mal armados. Las crónicas de la batalla que nos han llegado son escasas e incompletas. Pero refieren dos hechos extraños. Hubo una carga de caballería contra los arqueros ingleses por parte de una unidad que Bruce había mantenido en la reserva. Y cuando todos los efectivos de ambos bandos estaban en plena pelea, apareció un nuevo contingente de jinetes con banderas al viento que pusieron en fuga a los ingleses. Según una leyenda escocesa, eran tropas auxiliares montadas en ponies, armados con porras y bieldos y con sábanas a guisa de banderas; pero una turba así jamás podría haber hecho huir en desbandada al rey inglés y a quinientos de sus caballeros. Pues la carga de este nuevo escuadrón inspiró terror a los ingleses que reconocieron la fuerza de sus enemigos y, probablemente, a su bandera de guerra el Beauséant...” Todo parecería indicar que la antedicha “leyenda” no es sino una interpretación burlona y popular acerca de la huida de los ingleses ante una tropa - grotesca y mal entrenada dice la sátira – pero muy peligrosa en la realidad tal como lo indicaba la presencia del Beauséant , el temido estandarte de guerra de los Templarios.
Desde la batalla de Bannock-Burn hasta la caída de la monarquía ha existido una extraña y semi-clandestina alianza entre los Templarios refugiados en Escocia y sus reyes. Dado que las principales fuentes de información son privadas y familiares - antes que públicas y estatales - se hace sumamente dificultoso estudiar dicha relación si no es por la información a la que ciertos clanes permiten acceder. Producto de ese “templarismo” larvado es el espíritu de la Declaración de Arbroath (1320) que sella la independencia de Escocia con la histórica frase de su comienzo: “Mientras cien de nosotros sigamos con vida jamás nos someteremos a la dominación inglesa...”
En el mismo sentido anterior se encuentra el solemne y secular juramento de fidelidad que prestaban los Templarios a los reyes de Escocia, cuyo texto se ha modernizado adaptándolo a la lengua actual, pero sin alterar en nada su contenido. El texto, que se ha conservado dentro del clan Saint-Clair, es el siguiente:
“Por cuanto el antiguo reino de Escocia socorrió y recibió a los Hermanos de la muy antigua y noble Orden del Templo de Jerusalén, cuando se estaban cometiendo muchas confiscaciones de sus propiedades y muchos males odiosos sobre sus personas, los Caballeros de la Orden damos fe de ello.
Los Caballeros de la Orden nos comprometemos a proteger y a defender los derechos, las libertades y los privilegios del antiguo y soberano reino de Escocia. Afirmamos, además, que sustentaremos, a riesgo de nuestros cuerpos, la Casa Real del reino de Escocia, nombrada por Dios.
Los Caballeros nos resistiremos con todas nuestras fuerzas a los intentos por parte de cualquier persona o grupos de personas, por mucha autoridad que ostenten fuera del antiguo reino de Escocia, que pretendan apoderarse del antiguo reino de Escocia o de cualquiera de sus partes.
Conocedores, como Caballeros, del compromiso que contraen nuestras almas inmortales, afirmamos lo dicho por nuestro honor de Caballeros y así lo juramos ante Dios.”
Según el propio historiador y miembro del clan Saint-Clair, este juramento se sigue prestando aún en nuestros días...
N O T A S
(1) SINCLAIR, Andrew: The
Sword and the Grail, Crown Publishers Inc., Nueva York, 1994, pág. 62.
B I B L I O G R A F I A
- HAY, R.P. Richard
Augustine: Genealogie of the Sainteclaires
of Rosslyn, Edimburgo, 1835.
- SAINT-CLAIR, Roland
William: The Saint-Clairs os the Isles, Aukland, 1898.
- GILBERT, T.M.: Hunting and Hunting Reserves in Medieval
Scotland, Edimburgo, 1979
Autor: Dr. Jorge Francisco Ferro (CEHME)
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